Justicia blanca ante la adulteración sevillista

Sevilla 2 - Real Madrid 4

Una vez más, el Barcelona no perdió gracias al árbitro (dos penaltis no pitados al Valencia de auténtico escándalo) y al inútil de César, que no se cansa de demostrar que nunca fue portero para el Real Madrid, mientras que el mejor equipo de la historia del fútbol, unos que van de blanco y juegan en el Santiago Bernabéu (aunque ayer lo hicieron fuera y vestían de negro) ganan con justicia... ¿Cuántas veces he comenzado una crónica este año diciendo lo mismo? Son incontables, ¿verdad?

La infamia corroe el fútbol español y a los que amamos este deporte, sólo nos queda el recurso de la protesta, en la medida en que podemos llevarla a cabo. Me he reído mucho con la prensa a cuenta de la victoria del Real Madrid en el Sánchez Pizjuán. La razón es muy simple: ya no pueden decir que el Real Madrid gana con casta pero sin fútbol. Ganar al Sevilla en su casa y practicando un fútbol superior es muy difícil, sobre todo si han reservado a los futbolistas buenos contra el Barcelona (lo que evidencia y minimiza su victoria del miércoles) para estar frescos y motivados contra el Real Madrid.

Dice un buen amigo que ahora hay una nueva forma de primar a los equipos: un millón si ganáis al Real Madrid y otro más si ganamos la liga (supuestamente algo así podría haberse producido entre Barcelona y Sevilla). Así que los hispalenses se dejan ganar descaradamente en el Nou Camp y salen con todo en el partido siguiente frente al Real Madrid. Pero la justicia parece haberse instaurado en la jornada 33 (a medias, claro, que el Barcelona vuelve a tener puntos de más). El Sevilla suma su cuarta derrota consecutiva y pone en peligro su codiciada tercera plaza por intentar adulterar la competición (recordemos que los tres primeros no juegan ronda previa para la Champions). Es lo que se merecen.

Los primeros veinte minutos del partido fueron muy duros. Juande había sacado un once equilibrado: Marcelo como interior izquierdo, Lass y Gago en el centro del campo, Higuaín por la derecha y Guti de media-punta, con Raúl como único delantero. Es un esquema que he defendido mucho esta temporada (un triángulo formado por dos medios-centro y un media-punta al que se le suman bandas) y la verdad es que funcionó. El problema es que el técnico manchego equivocó la táctica defensiva inicial: ordenó hacer marcaje individual a Kanouté. La dificultad de no marcar en zonas es que, si el futbolista defendido a sol y a sombra es medianamente inteligente, puede crear muchos huecos en la defensa rival si se mueve de forma adecuada. Cannavaro fue el encargado de secar a Kanouté. Lo consiguió, sí, pero el sevillista se dio cuenta de la jugada y continuamente retrasaba su posición hasta el centro del campo, sacando al italiano de su sitio de forma que la defensa del Real Madrid quedaba descompensada cada dos por tres. Si unimos un primer cuarto de hora muy malo de Ramos (el exceso de celo le hizo jugar revolucionado, de forma que perdía el sitio una y otra vez), tenemos tres grandes centros desde la banda que hicieron mucho daño. Así llegó el gol local: Ramos fuera de sitio, Cannavaro en sprint para intentar cortar el avance por banda, centro rápido, Metzelder y Torres no llegan a tiempo para la cobertura dada la rapidez de la jugada y 1-0.

Pero he aquí que el Sevilla comenzó a bajar el ritmo y el Real Madrid a tocar el balón. Gago y Lass, con un trabajo encomiable, permitieron a Guti ordenar el juego y el canterano demostró que cuando quiere es el mejor del mundo en su puesto (ésa es la pena, que sólo es cuando quiere). En torno a la media hora el partido cambió su curso: los centrocampistas del Real Madrid hilvanaban jugadas de media docena de toques y el Sevilla comenzaba a perderse. Ni siquiera la pléyade de centrocampistas defensivos locales, con Duscher y Romaric a la cabeza, repartiendo patadas por doquier, podían con la máquina de hacer fútbol madridista. En un mismo minuto Higuaín dispuso de dos ocasiones frente a Palop. Al Sevilla le entró miedo porque habían despertado a la bestia y a partir de aquí, el buen fútbol del Real Madrid se impuso. Sí, habéis leído bien: el buen fútbol. Y es que este equipo es muy capaz de realizarlo si se saca un once compensado, cubriendo todas las zonas del campo y jugando con compañerismo tanto en ataque como en defensa.

Terminaba la primera parte y llegó el merecido empate: Ramos dejó de tacón un balón a Metzelder, que subía por sorpresa como si de un lateral se tratara; el alemán centró al corazón del área y allí, el que nunca hace nada, don Raúl González Blanco, marcó el primero de los tres que conseguiría esa tarde. Es aquí donde hago referencia a todos los estúpidos que no paran de intentar enterrar a Raúl. Vamos a ver: ¿qué futbolista del actual panorama internacional es capaz de marcar un hatt-trick en un partido en el que ha estado ayudando en el centro del campo sin escatimar esfuerzos y ha tenido que ocupar en varias ocasiones la demarcación de lateral derecho por el mal planteamiento defensivo inicial de su técnico? Nadie. ¿Un futbolista capaz de ello está acabado? Pues va a ser que no.

En la segunda mitad el Real Madrid siguió su repertorio. Cuando los blancos tienen el balón, el fútbol es otra historia, lo que habrá dolido y de qué forma a aquellos que pensaban que sólo Xavi e Iniesta eran capaces de crear juego (aunque Xavi el sábado pasó completamente desapercibido). Marcelo hacía mucho daño en su banda, Higuaín no podía ser controlado por el Sevilla en el lado contrario del ataque, Gago y Lass ya eran los mariscales de campo y Guti ofrecía todo un repertorio de pases. Además el equipo ya defendía por zonas, de forma que cuando Kanouté retrasaba su posición, eran Gago o Lass quienes lo cubrían en lugar de Cannavaro (una opción mucho más lógica), mientras que cuando se acercaba al área, entre el italiano y Metzelder se repartían las labores. Hablando de Metzelder: ¿de verdad que van a cometer el error de traspasarlo la próxima temporada? El central titular de la selección alemana, joven, con dilatada experiencia internacional y con un don que muy pocos tienen: es capaz de no jugar en tres meses, saltar al campo y tener la misma puesta en escena que los que llevan jugando de continuo en el once titular. Ayer sólo se echó de menos a Pepe cuando los centrales tenían que sacar el balón jugado (Metzelder y Cannavaro son defensas extraordinarios, pero no tienen excesivo talento para dirigir al equipo desde la defensa). Ahora bien, defensivamente nadie se acordó del lusitano.

Fruto del buen juego llegó el segundo de Raúl y el tercero, uno a remate tras centro de Torres y otro demostrando por qué es el más listo de la clase: centro forzado de Higuaín, todo parecía que el balón lo cogería sin problemas Palop, pero Raúl, por si acaso, corrió hacia el meta. Palop falló y ahí estaba el siete, con la caña, para culminar una trilogía con más calado que El señor de los anillos.

Jiménez, técnico del Sevilla, andaba como loco. No sabía qué hacer y nos facilitó las cosas quitando del campo a Duscher, para dar entrada a un delantero más: Luis Fabiano. Sin el argentino en liza, había más espacios en el centro del campo, de forma que Guti campaba a sus anchas dirigiendo el ataque del equipo. El Sevilla no tenía el esférico y ésa es la mejor manera de defender un resultado: no permitiendo que el rival huela el balón. Pero a Juande le volvió a dar un ataque de entrenador sustituyendo a Guti por Javi García. El cambio hizo daño al equipo que, durante unos minutos, permitió que el Sevilla volviera a tomar la iniciativa.

Capel había entrado hacía unos minutos y en una jugada suya llegó el 2-3, dejando a todos los aficionados madridistas al borde del ataque de nervios. Entre descuento y demás, quedarían unos quince minutos. El Real Madrid estaba plagado de defensas y Juande trató de reaccionar sustituyendo a Higuaín por Van der Vaart. ¿No era más fácil no haber quitado primero a Guti? ¿No era lógico que, con el 1-3, el primer cambio hubiese sido éste, entre otras cosas porque Higuaín tiene cuatro amarillas y si hubiera visto otra se perdería el partido del sábado en el Bernabéu? El caso es que, si bien los aficionados nos pusimos nerviosos, el Real Madrid no. Cannavaro y Metzelder ejercieron su ley ante los continuos balones colgados al área madridista y ya al final, Marcelo, en un alarde de categoría, se plantó sólo ante Palop y lo batió con la tranquilidad de quien está en un entrenamiento en lugar de un partido.

El Real Madrid fue justo campeón. Uno de los pocos equipos honestos que quedan en nuestra liga, con unos números que le avalan (dejémonos de opiniones y vayamos a los hechos, que los números son incuestionables). El sábado recibimos a la pandilla de ladrones, un equipo que hace un fútbol muy vistoso pero que no sabe qué significa ponerse el mono de trabajo, entre otras cosas porque siempre que han podido ir por detrás en el marcador, un árbitro les ha enmendado la plana y jugar de continuo a favor del viento es mucho más fácil. Pitará Undiano Mallenco, el antimadridista de Pamplona. La ida la pitó Medina Cantalejo, otro que todavía es más antimadridista si cabe. Anoche arbitró Pérez Burrull, por aquello de que tras haber permanecido en la nevera por haber fallado en un par de ocasiones a favor del Real Madrid, seguramente este hecho no se repetiría y en un campo como Sevilla... Villar sabe lo que hace, ¿no creéis?